Va un cura y le dice a otro cura...
El Elogio de la Locura (valdría más traducirlo como Elogio de la Estupidez) es un libro tan gracioso que ni los que sintieran sus puyazos (y cualquier lector de cualquier época cabe en alguno de los gremios atacados) podrían enfadarse honestamente. Claro que su principal pimpampum es la Iglesia romana con su jerarquía eclesiástica: desde el Papa simoniaco hasta el fraile analfabeto y vicioso, el clero es retratado como una pandilla de bribones hipócritas y amigos del bien ajeno. Si entendemos, con Cioran, que las religiones son “cruzadas contra el sentido del humor”, no nos sorprenderá en qué embrollo se metió Erasmo cuando publicó esta broma.
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Aquí, una amiga |
La Locura –o la Estupidez-, una mujer estrafalaria pero con más sentido común del que cabría esperar, se presenta ante su público. Se reclama par de los dioses y de los héroes de Grecia y Roma: un guiño al incipiente humanismo y su querencia por la antigüedad clásica o tal vez una precaución para no enredarse con la mitología cristiana. Del Olimpo abajo, la Locura ha infectado a todos los estamentos. Erasmo le da un repaso a la sociedad que ha conocido, bien directamente (había viajado mucho por la Europa del 1500), bien por erudición. Compara el siglo con las eras virtuosas que ha estudiado y decide fustigarlo con sonrisas. La Estupidez incluye entre sus adictos a los reyes, los filósofos, los teólogos, ¡hasta al propio Erasmo!; a los supersticiosos que ponen a Jesús detrás de los santos; a los monjes, a quienes llama “cerdos de Dios”. Lo suyo no es un ejercicio retórico hueco: cuando ajusticia a los reyes del pasado y a las divinidades paganas solo quiere diluir prudentemente la crítica a sus contemporáneos pero no engaña a nadie: va a por la sotana.
Erasmo de Rotterdam, el humanista, “el último hombre que leyó todos los libros”, afable pero formal, se sentía incómodo ante la idea de que su nombre se recordara por una farsa; pero elElogio es una amenaza para la Iglesia mucho más peligrosa que cualquier herejía pues no usa la espada sino el lacerante vergajo del humor. El Papa sabe defenderse de las maldiciones pero con un chiste la silla de San Pedro se tambalea.
Quizá la Locura ha ganado para su causa tanto a católicos como a herejes, pero el Humor no hace prosélitos: todo lo que toca se desmorona. Lutero es el enemigo de Roma; Erasmo, un quintacolumnista.
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